Mientras tanto, Sofía pisó a fondo el acelerador. El carro negro salió disparado, dejando tras de sí una nube de gases del escape.
Con una mano aferrada al volante, se secó la cara con fuerza con la otra.
El rostro enfurecido de su madre y sus palabras hirientes resonaban en su cabeza sin cesar.
—¡Pusiste en ridículo a toda la familia Vargas!
—¿Acaso ya no te importo?
Esas frases se le clavaron en lo profundo de su corazón.
Sofía se mordió el labio inferior y pisó el acelerador aún más a fondo.
Solo quería huir de todo, escapar de esa casa que la asfixiaba por completo.
Huir de su madre, que siempre favorecía a Valeria y la trataba con una distancia terrible.
Cuando llegó al edificio de Marcela, se dio cuenta de que tenía las palmas empapadas en sudor.
Marcela vivía en un departamento de lujo en el centro de la ciudad. Sofía, que conocía bien el lugar, estacionó a un lado el carro y tocó el timbre.
—¿Sofi? ¿Qué haces aquí a estas horas?
Marcela abrió a toda prisa la puerta y se llevó u