Pero no sabía cómo describirle todo aquello a los demás. Ni siquiera a su propia madre.
Comenzó a sentirse triste mientras miraba la comida sobre la mesa. La escena le llenó los ojos de lágrimas.
«¿No me estoy partiendo la espalda por la compañía?»
«Pero ni mi madre ni los directivos se dan cuenta».
La idea le pareció ridícula.
Se acercó a Alejandro y le confió muchas de las cosas que guardaba en su corazón. Al verlo así, él se sintió conmovido.
«¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que estuvieron así, juntos?»
«Demasiado».
Desde que Jimena había llegado, cualquier muestra de afecto en la habitación tenía que ser con mucho cuidado.
Él sabía que la situación no era sostenible, pero con Javier sin contestarle el teléfono, tampoco podía resolverlo.
Se enderezó, mirándola con seriedad.
—Sofi, no te preocupes. Te prometo que en un par de días haré que Jimena se vaya. No pensé bien las cosas. Es mi culpa.
Al ver que admitía su error sin dudarlo, sintió una ternura que casi no le c