Sofía se quedó pasmada. Ante su expresión tan seria, incluso comenzó a dudar de sí misma.
¿En serio era como él decía?
No se le ocurría ninguna otra explicación.
Su enojo y duda disminuyeron un poco. Con algo de recelo, preguntó:
—¿Lo dices en serio?
Él se acercó un poco más. Con un brillo en la mirada y una voz suave, respondió:
—Claro que sí.
Solo entonces le creyó.
Quizás, en efecto, solo estaba ahí para una junta de otro proyecto que no conocía.
Al ver que había disipado sus dudas, respiró aliviado por dentro.
Pero justo cuando empezaba a relajarse, ella le hizo una pregunta inesperada.
—Pero es que cada vez que vengo a revisar los avances del proyecto, te veo. ¿En serio es tanta coincidencia?
La pregunta lo tomó por sorpresa y por un momento no supo qué contestar.
Sin embargo, al ver la seriedad en los ojos de Sofía, su mente trabajó a toda velocidad para encontrar una excusa.
—En Altamira hay días fijos para recibir a ciertas empresas.
Era la primera vez que oía algo así.
Pero él