¿Cómo demonios le había hecho Sofía para que él viniera a esta fiesta?
Las miradas de los presentes se clavaron en ella. Mostraban una mezcla de envidia y desconcierto.
Lorena también estaba sorprendida. En un principio, había supuesto que, tras el rechazo del proyecto, su hija se daría por vencida. Pero estaba equivocada. Lejos de rendirse, había estado moviendo hilos por su cuenta para contactar al director de una empresa extranjera.
Lorena cerró los ojos y una expresión de genuina admiración se dibujó en su cara. Sabía que su hija no se había rendido, solo estaba esperando el momento adecuado para demostrar su valía. Incluso si nadie más la apoyaba, ella no se iba a abandonar a sí misma.
Por fin lo entendía. Su hija era de las que no sueltan lo que consideran valioso, aferrándose a la más mínima esperanza.
Al llegar a esa conclusión, sintió que se aligeraba el peso que había cargado sobre sus hombros por tanto tiempo. Mientras ella tuviera esa ambición, todo lo demás era secundario.