Desde la última vez que se vieron, no habían vuelto a coincidir.
Esto tenía a Daniel un tanto inquieto.
La gente que había enviado tampoco lograba obtener noticias de una de las herederas de la familia Vargas.
—¡Qué bola de inútiles!
Masculló Daniel, incapaz de contenerse.
Caminaba de un lado a otro en la habitación, repasando los últimos acontecimientos; sentía que Sofía tenía algo... extraño.
Durante el tiempo que estuvieron juntos, ella había fingido ser tan dócil, y ahora, tras la ruptura, empezaba a mostrar su verdadera cara.
—Sofía, ¡maldita sea! Ya que tú no tienes piedad, no esperes que yo la tenga. A ver quién ríe al último.
Apretó el celular con tal fuerza que las venas del dorso de su mano se marcaron con claridad.
Recordó a un contacto que tenía en Altamira Desarrollos, alguien con una posición considerable en la empresa. Estaba decidido a hacer que Sofía pagara caro.
No podía permitir, bajo ninguna circunstancia, que ella se quedara con ese proyecto.
Daniel llamó a su cono