Alejandro regresó al lado de Sofía y, al escuchar el parloteo incesante de la gente, se fastidió.
—¿Toda esta gente está hablando de ti?
Preguntó con un tono casual, pero su mirada no se apartó ni un segundo de la gente que los rodeaba.
Quería grabar sus caras en su memoria.
Se habían atrevido a molestar a su Sofi cuando él no estaba. Esa gente merecía lo peor.
Al principio, a nadie le había importado mucho el asunto, pero al encontrarse con su mirada, un miedo inexplicable se apoderó de todos.
Ella entendió lo que quería hacer, así que sonrió y le restó importancia.
—No estoy segura. A lo mejor están hablando de otra cosa.
Él no dijo nada, pero mantuvo la mirada fija en los presentes.
No iba a perdonar a ninguno.
La mujer del vestido rojo se dio cuenta de que la gente a su alrededor había enmudecido y empezó a sentir pánico.
«¿Qué está pasando? Hace un momento todos estaban de mi lado. ¿Por qué de repente todo cambió?»
«Además, fue esta la que se metió en una relación, ¿y ahora no qui