Mundo de ficçãoIniciar sessãoLa casa parecía más viva que nunca.
Desde temprano, Nana y yo habíamos estado moviendo cosas: cambiando cortinas, revisando flores, eligiendo sábanas nuevas.
Susan daba órdenes desde el pasillo, mientras los bebés dormían en la sala, arrullados por el murmullo de voces y el aroma a lavanda que flotaba por toda la mansión.
Valerio llegaba hoy.
Y, aunque Adriano fingía indiferencia y se había refugiado en la oficina, todos sabíamos que tenía el corazón hecho un nudo.
—Pon las sábanas color crema, mi niña —decía Nana, señalando con la mano—. Es un hombre elegant







