Lo que no Puedes Controlar, te Consume.
Lo primero que sentí al despertar fue el silencio. Ese tipo de silencio que no es realmente silencio, sino una tensión suspendida. Un hilo invisible que vibra, sutil, como si la habitación respirara antes que yo.
Abrí los ojos lentamente, recordando dónde estaba: el departamento de Caelan. Otra vez. Una noche más. Una noche que se había convertido en dos, luego en tres, sin que yo pudiera decir cuándo exactamente dejé de irme a casa por “seguridad” y empecé simplemente a quedarme.
La habitación estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz gris que entraba desde las cortinas entreabiertas. Me incorporé despacio; sentí un peso cálido junto a mí. Noah dormía abrazado a mi brazo, su respiración suave, tranquila. Del otro lado de la cama, el espacio de Caelan estaba vacío.
Mi pecho se apretó, otra vez se había levantado antes que nosotros, otra vez no sabía dónde estaba.
Me deslicé con cuidado, sin despertar a Noah, y salí de la habitación. El pasillo estaba frío, más aún el ambiente de