El Precio de Quedarse.
Desperté antes que Caelan.
No fue por el sonido de la ciudad ni por una pesadilla. Fue esa sensación incómoda, casi animal, de estar alerta sin motivo aparente. Abrí los ojos lentamente, cuidando de no moverme demasiado, y durante unos segundos me quedé inmóvil, escuchando.
Respiración profunda a mi lado, regular, controlada incluso en el sueño.
Caelan dormía boca arriba, una mano sobre el pecho, la mandíbula tensa como si ni siquiera dormido pudiera relajarse del todo.
Me incorporé despacio y fue entonces cuando lo vi. No de golpe, de a poco, como si mi cerebro se negara a aceptarlo de inmediato.
La pequeña luz roja junto al marco de la puerta del dormitorio. El sensor de movimiento nuevo en el pasillo. La cerradura electrónica donde antes había una común. Otra cámara, esta vez apuntando directamente hacia la sala.
Tragué saliva.
El departamento siempre había sido minimalista, frío, diseñado para impresionar más que para habitar. Pero ahora… ahora parecía otra cosa. Un espacio pensad