Las Amenazas Evolucionan.
El día empezó con un correo electrónico que, a primera vista, parecía rutinario. Pero algo en el encabezado, en la dirección de envío, hizo que mi corazón se acelerara.
No era un mensaje de alarma evidente, ni un aviso de deuda, ni un ataque directo; era legal, formal, impecable en su presentación.
Pero la devastación estaba en la forma en que estaba estructurado: cada palabra, cada frase, cada formato calculado para no dejar lugar a error, para golpear donde más dolía.
—Denuncia anónima presentada ante la autoridad reguladora —leí en voz baja, apenas un susurro—. Todos los documentos parecen en regla… pero esto nos bloquea operaciones clave.
Mi respiración se volvió pesada.
Todo estaba dentro de la legalidad, todo era correcto, pero la perfección del golpe hacía que fuera insoportable. Cada movimiento, cada decisión de mi empresa, estaba ahora bajo escrutinio, y yo no podía hacer nada para detenerlo de inmediato.
No podía reaccionar sin arriesgar la exposición, sin revelar debilidade