Lorenzo.Me preparé con calma, observando mi reflejo en el espejo de mi amplia y lujosa habitación. Mi traje estaba impecable, cada pliegue y costura en su sitio, reflejando la imagen de un hombre que lo tenía todo bajo control. Las criadas me asistieron en la tarea de abotonarlo con precisión, mientras mi mayordomo esperaba de pie, sosteniendo una bandeja con una taza de té humeante. Una vez estuvieron listos los últimos detalles, hice un leve gesto con la mano, indicándoles que se retiraran. La habitación quedó en absoluto silencio, salvo por el tenue sonido del líquido caliente cuando llevé la taza a mis labios. El aroma intenso y exquisito me llenó los sentidos. —Muy bien —murmuré con satisfacción, dejando la taza sobre la mesita de mármol junto al sillón. Mi mayordomo inclinó levemente la cabeza en señal de respeto. —Quiero que preparen una habitación —ordené con voz firme—. Será para mi futura esposa. —Sí, señor, como usted disponga —respondió de inmediato. —Quiero q
KamilaCuando el señor Lorenzo se retiró, sentí cómo el agotamiento me golpeaba de golpe. Había pasado demasiado tiempo fingiendo, demasiado tiempo actuando como lo que no era. Mi suegra, con su mirada dura y su gesto de desaprobación, no tardó en hacerme sentir su desprecio. —Tal parece que le caíste muy bien a ese hombre —comentó con una frialdad cortante—, pero… ¿será que sospecha algo? Porque, como siempre, fuiste tan fría, tan inexpresiva. No supiste actuar como se debe. Apreté las manos sobre mi vestido, sin responder. Sabía que cualquier cosa que dijera solo empeoraría la situación. —Espero que no estés metiendo a mi hijo en problemas con tu forma de ser, Kamila —continuó, mirándome con severidad—. Ya te lo dije antes: no toleraré nada que lo perjudique. Solo espero que ese hombre piense que eres la hermana y no la esposa del conde. Mi hijo merece una mujer de buena familia, alguien de la élite, no una cualquiera como tú… una pueblerina sin gracia. Cada palabra se clavaba
Lorenzo Los dados chocaron contra la mesa con fuerza. Si pudiera, los haría añicos con mis propias manos. La frustración bullía dentro de mí mientras observaba con desinterés a la mujer que bailaba para mí. Sus movimientos eran sensuales, diseñados para provocarme, pero mi deseo no se encendía por ella. No por esa mujer. La única que quiero en mi cama tiene unos ojos azules tan intensos que parecen esculpidos por los dioses. Su cuerpo es una obra de arte, delgado y perfectamente moldeado, como una muñeca de porcelana. Su cabello rubio es un torrente de oro que enmarca su rostro con una perfección insultante. Tiene un nombre y un maldito apellido que deseo arrancarle cuanto antes. Kamila de Romanov. Ella es la única joya que quiero en mis manos. Mi obsesión. Mi delirio. Muero por hacerla mía, y no habrá nada ni nadie que me lo impida. Sonreí con esa certeza mientras deslizaba mis manos sobre el incómodo vestido de la mujer que me acompañaría esta noche. Un entretenimiento vacío
Kamila.Y la vida… siempre tan injusta conmigo. Justo cuando creo que puedo respirar un poco de paz, vuelve ella… la señora Natalia, mi suegra, a joderme la existencia otra vez.—Debes empezar a buscarte ropa más cómoda, más extravagante —exige apenas cruzó la puerta de mi habitación, sin siquiera saludar—. No ves que ese hombre quiere venir estando aquí. Podría ser un gran apoyo para mi querido hijo. Así, tal vez, la empresa pueda subir y no caer en desgracia. Estás ropas son muy ajustados a tu cuerpo.—¿Y qué demonios tengo que ver yo en eso? ¿Desde cuándo soy responsable de las decisiones empresariales del “conde”? ¡Ni siquiera soy reconocida públicamente como su esposa! A sus ojos, no soy más que la hermana falsa, la mujer oculta que jamás saldrá a la luz. Porque tengo que caerle bien al señor Bianchi.—Asi es. Él está comprometido con otra y, quizás más adelante ya no esté contigo. No piensas que quizás mi hijo te dejara y de esa manera el señor Lorenzo te recibirá en sus brazos.
KamilaLeei la carta detalladamente.“Señorita Kamila Romanov, me encantaría tener una plática con usted, quizás como amigos. Y por otro lado, quisiera pedirle disculpas. ¿Será que nos podamos encontrar mañana por la tarde en el parque de Las Brisas? Sobre todo, quisiera hablar con usted sobre su hermano. Me gustaría apoyarlo y beneficiarlo con un proyecto, pero quisiera contar con su firma, como un regalo para él. No sé si usted podrá. Espero su pronta respuesta, mi bella dama.”Leí esa carta una y mil veces… ¿A qué se refiere exactamente? ¿Qué clase de proyecto? ¿Por qué necesita mi firma? ¿Y por qué un regalo para Viktor? Mi cabeza daba vueltas mientras mis ojos buscaban una explicación en aquel papel cuidadosamente doblado.Levanté la vista, y ahí estaba él guardia. De pie, esperándome. No se había marchado. Eso solo podía significar que aguardaba por mi respuesta. Hice un gesto con la mano para llamarlo, ya que noté que Ariel no había regresado aún.—¿Tienes una lapicera? —pregun
LorenzoEra el momento de dar el primer paso. El Conde Viktor jamás se imaginará que el principio de su ruina vendrá de las manos de su propia esposa. Y eso, sinceramente, me causa tanta gracia que apenas puedo disimular la sonrisa mientras repaso los documentos sobre mi escritorio.Frente a mí, una hoja que ella misma firmará pidiendo el divorcio y entregándose a mi como el que ha pagado el fraude. Una jugada perfecta, impulsada por el supuesto fraude que su amado esposo ha cometido. Lo mejor de todo es que ella cree que yo la ayudaré con los gastos del proceso. Pobre ingenua. Lo que en realidad firmará será mucho más que eso. La haré caer, y lo hará sin sospechar. Porque en esta trampa, la presa viene por voluntad propia.Preparo los papeles con cuidado, mezclando hábilmente el documento real con otros inofensivos: uno que aparenta ser una donación a un hospital benéfico, otro sobre la cesión de una casa que supuestamente ofrezco para su causa. Nada es real, por supuesto. Todo es un
KamilaVivo atrapada en una jaula de oro, soñando con el mundo más allá de estas paredes, deseando caminar libremente por Moscú, sentir mis pies rozar la nieve, bailar sin restricciones en algún altar desconocido, mi pasión siempre fue ser una bailarin de ballete. Pero la realidad no es más que una cruel burla. Estoy confinada a esta mansión, oculta en las sombras, con el título de condesa como única compañía para su familia. Lo máximo que se me permite es pasear por el jardín o asistir a las interminables reuniones de beneficencia organizadas por mi esposo. En esas ocasiones, soy apenas una sombra, alguien que finge con maestría ser lo que nunca quise. Una Hermana que apoya al Conde.Sus palabras resuenan en mi mente “ Mil veces preferiría ser un don nadie como tú lo has sido siempre, antes que el mundo enterro sepa que eres mi esposa” Esa frase, repetida tantas veces, me cala hondo. Vivo bajo su sombra, cansada de una rutina que me consume. Lo amo en silencio, aunque sé que es inúti
Kamila. 💞La cena transcurrió sin contratiempos, llena de conversaciones diplomáticas y formalidades habituales. Sin embargo, mi atención se desvió cuando sentí la mano de Víktor rodear mi cintura, un gesto tan automático como intimidante, que me hacía recordar mi posición al lado de él. Justo en ese momento, él hombre de porte elegante con el que baile apareció frente a nosotros.—Conde Víktor Romanov, es un honor conocerlo. Mi nombre es Lorenzo Bianchi, un placer conocerlo a usted y a su encantadora compañía. Víktor, siempre en su porte y actitud, inclinó ligeramente la cabeza antes de responder.—Es un placer, señor Lorenzo Bianchi. Permítame presentarle a mi hermana, Kamila Romanov.Sabia perfectamente que esta sería su presentación para todos. No importaba el contexto, siempre era su "hermana" ante el mundo, y yo no tenía derecho a decir lo contrario. Lorenzo me miró fijamente, con una sonrisa amplia y cortés, pero había algo más en su mirada que me ponía nerviosa.—Es un gusto