Kilómetros de Libertad
Narrado por Liana
El taxi me dejó frente a un local de renta de autos justo antes de que el amanecer desdibujara por completo las últimas sombras de la noche. La ciudad, que había dejado atrás envuelta en un silencio cómplice, aquí en la periferia se revelaba como un lienzo todavía inacabado. A mi alrededor, las calles seguían casi vacías, apenas iluminadas por la luz artificial de alguna farola solitaria, envueltas en la neblina fría y pegajosa del alba. Era ese silencio peculiar que solo se escucha cuando el mundo aún no despierta del todo, cuando las promesas del día apenas comienzan a filtrarse entre las rendijas del sueño. El aire helado me golpeó el rostro, un recordatorio agudo de la cruda realidad de mi decisión. No había vuelta atrás. Cada bocanada de aire se sentía más limpia, más libre, a pesar del miedo que aún se aferraba a mis entrañas.
Tomé mis cosas con una firmeza que sorprendió hasta a mí misma: la mochila de lona negra, ya pesada con lo esenci