AMBER PIERCE
—Creo que te confundiste… —susurré mientras veía a través de la ventana—. Este no es el barrio donde vive mi madre.
Me incliné hasta asomarme entre los asientos delanteros, para encontrarme con una sonrisa por parte del chofer.
—¿Me escuchaste? —pregunté ansiosa.
—La escuché señora, esta es la dirección que me dio el señor Harrington —contestó con gentileza—. Su madre vive en ese edificio.
Señaló un lugar que en la vida mi madre podría pagar. El edificio de departamentos parecía acariciar las nubes. Estaba rodeado de jardineras llenas de arbustos verdes y floridos. El número del edificio era de un color dorado metálico que bien podía confundirse con oro.
—No, esto… esto está mal —susurré en cuanto se detuvo el auto frente a las puertas.
—Llegamos —contestó el chofer antes de bajar del auto y rodearlo, mientras yo negaba constantemente con la cabeza.
—¡Amber! ¡Amber! —exclamó mi madre desde la puerta de cristal, agitando su mano, demostrándome lo equivocada que estaba