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El ascensor se movió en un silencio tenso y pesado. El aire parecía haberse vuelto más denso, y los tres ocupantes lo sentían. La furia de Jackeline era un fuego frío que ardía en sus ojos, mientras que la angustia de Bianca era un miedo silencioso que se manifestaba en el temblor de sus manos. Eric se mantuvo de pie, inamovible, con la mirada fija en las puertas de metal, la mandíbula tensa.

El "ding" del ascensor resonó con fuerza al llegar a la última planta, y las puertas se abrieron para revelar el imponente despacho de Eric. Era un espacio amplio.

Eric los empujó a ambos hacia dentro.

—Aquí podemos hablar sin un público que disfrute de tu circo, madre.

Jackeline se recompuso, sus tacones resonando con fuerza en el suelo de mármol.

—No me hables así, Eric. Y no voy a permitir que me culpes. Quiero saberlo todo. Ahora.

Se giró hacia Bianca, que permanecía de pie, pálida y en silencio.

—Tú. Dime la verdad. ¿En qué estabas pensando? ¿Por qué se lo ocultaste a mi hijo?

—¡Madre, ba
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