Pese a que lo estuvo pensando durante todo el día, Ivania se sintió incapaz de escribirle a Mario y decirle que no era necesario que pasara por ella esa noche, así que, a la salida del turno, el vehículo de Mario estaba esperándola, estacionado frente al negocio. Solo esperaba que a Jaime no se le ocurriera la genial idea de pasarse también por la panadería y la viera subiéndose al mismo auto que la recogía en las mañanas.
—Me temo que esto ya no es conveniente —dijo Ivania después de dirigirle un saludo más bien frío a Mario.
—Sabes que lo hago sin otra intención, más que ayudarte…
—Por favor, Mario —interrumpió Ivania—, los dos sabemos que no es así y no quiero tener que darle explicaciones a mi novio sobre porqué me estoy subiendo a tu auto, también en las tardes.
—Pero, y en las mañanas…
—¡No! —dijo Ivania, pese a saber que, con su decisión, estaba por complicarse un poco más su rutina diaria— Tampoco es conveniente, porque entonces serás tú quien deba darle explicaciones a ella,