¿Podré perdonármelo algún día?

Cuando salieron del apartamento de la señora Laura, Jaime se ofreció a acompañar a Ivania hasta la cafetería en la que trabajaba. Ivania lo interpretó como una petición a hablar, durante el trayecto, sobre lo que ella acababa de revelarle sobre Antonella. Tenía bastante qué aclarar y aceptó.

—¿Mi mamá lo sabe? —Fue lo primero que quiso saber Jaime cuando salieron del edificio y caminaban hacia el paradero de buses.

—Sabes que algo así es imposible de ocultárselo a ella —respondió Ivania, que tenía la impresión de que Jaime se lo estaba tomando mejor de lo que había imaginado.

—Bueno, sí, eso es cierto. Creo que hice una pregunta estúpida, pero entonces, &i

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