Capítulo 72
Patricia subió al autobús con el corazón hecho pedazos. Se sentó en un asiento junto a la ventana y se encogió allí, abrazando su propio bolso. Cuando el motor del vehículo rugió, sintió un escalofrío recorrerle la columna. Realmente se iba.
Afuera, Augusto bajó de la limusina como un huracán. Tan pronto como puso los pies en la terminal, se dirigió directo al vestíbulo principal, sus ojos escudriñando el espacio, llenos de urgencia.
La vendedora de pasajes reparó en aquel hombre bien vestido, con los ojos frenéticos y el cabello desaliñado, dirigiéndose a toda velocidad hacia las plataformas. "Debe haber perdido a alguien importante", pensó ella, al ver la desesperación estampada en su rostro.
Augusto corrió entre las filas, ignorando los letreros de "acceso prohibido" y las quejas de los conductores contrariados. Uno a uno, revisaba los autobuses, subiendo las escaleras, mirando a los pasajeros, pidiendo disculpas cuando se daba cuenta de que no era ella. Su corazón pare