La mujer tragó grueso ante la pregunta de su jefe, ella sabía cómo era el carácter malhumorado del señor Collins y lo que estaba a punto de decirle, no le iba a gustar.
— Ella no se encuentra, señor. — Informó la sirvienta y de inmediato Máximo se giró sobre los talones, confundido.
— ¿Cómo que no se encuentra? ¿Dónde está? — Preguntó muy serio.
— Salió con un hombre, su primo, el señor Aiden Sinclair.
— ¡¿Qué?! — Voceo Máximo, arrugando el entrecejo y sintiendo como la llama de la rabia que había sentido antes, cuando veía a Isabella con Aiden, lo quemaba en su interior.
— El joven Sinclair vino hace poco tiempo, dijo que se trataba de una emergencia, intenté detenerlos, pero supuestamente tenían un asunto urgente. — La mujer volvió a bajar más el rostro, temerosa de la ira de Máximo.
— ¿A dónde fueron? — Resopló Máximo acercándose a ella.
— No lo sé, solo escuché que irían a una clínica, que la abuela de la señora está recluida por demencia y hablaron de una demanda.
— Entie