Capítulo 5: Inolvidable

[ARI]

[Tres meses después…] 

Un día más acaba y me siento relajada sobre la banca que está afuera del restaurante, donde se sientan los clientes a esperar su comida para llevar. Está hecho de madera de sauce, lo han pintado de color verde musgo y algunas ramas trepadoras le dan en toque fresco y natural que necesita. Es cómodo, y claro, todo el mundo ama esperar aquí, en especial porque, como hay muchos árboles cerca, el viento golpea constantemente sus rostros. Además, la vista hacia la ciudad, puesta desde dicha colina, es encantadora. 

—¿Disfrutando de la vista? —dice una voz masculina, muy conocida, a mi lado. 

Se trata de Chad, mi novio. 

—Bueno, con menos combustibles fósiles, menos autos y más árboles, sería incuestionable su belleza. Pero, no está mal —digo, encogiéndome de hombros.

Al final, la vista era ahora lo de menos. 

Chad sonríe, me pasa un brazo por encima de mi hombro y me atrae a su pecho. 

—Es una gran observación. 

—¿Verdad que sí? Siempre se lo digo a mi jefe, pero se rehúsa a dejar sus cuatro autos, a base de combustible, en casa. 

Chad vuelve a reír. 

—No lo sé, no soy mucho de autos, pero sí de motos —me menciona, pasándome con su mano libre, mi casco —. ¿Nos vamos? Dijiste que iríamos a escuchar música y a ver películas ahora. 

—Y lo sostengo —le doy un casto beso en los labios, tomándolo por sorpresa. 

Chad relame sus labios, deja una mano sobre mí mejilla, como siempre antes de besarme, y saca la punta de su lengua antes de siquiera unir por completo nuestros labios. 

Odio que haga eso, pero no se lo puedo decir. Lo haría sentir mal. 

Reprimo una mueca y le correspondo, para después levantarme, tomar mi mochila y llevarla a mi hombro, entretanto Chad me ayuda a colocarme bien el casco. 

—¿Lista, señorita? —Inquiere con una sonrisa —. Vamos a dar un paseo, luego vamos a casa a escuchar música y ver películas y cuando nos aburramos, podemos urgar en la alacena, entre las cosas de mi hermana, a ver si hay algo comestible que robar. 

—Por eso no te quiere, Chad. 

Esboza una sonrisa amortiguada. 

—Es mutuo, no te preocupes —sonrío divertida entre negaciones —. ¿Vamos, bonita?. 

—Vamos. 

Le tomo la mano y me subo en su Yamaha, esperando a que arranque. 

Cuarenta y cinco minutos más tarde, llegamos a su casa. Bajo de la motocicleta y apenas Dusty, su perro chow chow, me ve, sale corriendo hacia mí y se me tira encima a lengüetear mis manos y mi rostro. 

—Hola, Dus —le digo, acariciando su hermoso pelaje —. ¿Me extrañaste, amigo? Seguro Chad no te ha dado de comer… 

—Sí lo hice —parquea bien la moto en la entrada, para después acercarse a nosotros y quitar del medio a su perro, para darme la mano y ayudarme a ponerme de pie. 

Me aparta un mechón de cabello y luego se acerca para dejar un tierno beso en mi boca. 

—Esa es manipulación… 

—Tal vez —se encoge de hombros —. Pero extrañaba besar a mi novia. 

—¿Y si le diste de comer? 

—Ah, síp. Pero fijamos que no. ¿Me vas a castigar? — comenzó con voz coqueta y melodiosa, bajando sus manos un poco más hacia mí cadera —. ¿Me vas a castigar?. 

Sonreí, aunque no para corresponder a sus claras provocaciones sino para, lento, ir apartando sus manos, que descendían sin permiso alguno. 

—Chad… 

—Lo sé —expuso, un tanto decepcionado —. Dijimos que íbamos a esperar a que te sintieras lista. 

—Lo siento… 

—No, está bien —besó de nuevo mis labios, tratando de mantener su sonrisa cálida en el rostro —. Vamos, tú eliges la película. 

—Gracias. 

—No hay problema, bonita. 

Me rodeó con un brazo de la cintura, me guió hasta el interior de la casa y pasamos rápido por la cocina, tomando sin permiso unas Pringles, dos galletas y dos botes de Nutella de la alacena de Zoe, su hermana. 

Subimos casi corriendo las escaleras cuando escuchamos que la puerta de su dormitorio se abrió, y una vez a salvo nos echamos a reír. 

Zoe me caía bien, aunque trataba de evitarla, pues no era tan lejana a Elena y eso era un defecto para mí. 

Al final, diez minutos más tarde, estaba buscando en HBO Max una serie o película que poder ver, mientras Chad se quejaba que no lo dejaba ver nada de miedo. 

—¿Quién tiene el control? —inquirí, enmarcando una ceja. 

El hermoso castaño de ojos verdes bufó, me tomó de la cintura y me llevó a su regazo, apartando mi cabello para dejar pequeños besos en mi nuca. 

Decidí poner la nueva película de “Los cazafantasmas” y, mientras la película iniciaba, sentí algo duro elevarse bajo mis muslos, algo que no pasó desapercibido para mi cuerpo, que de inmediato se estremeció y se tornó caliente. 

—Chad —le dije, pero los besos húmedos que dejaba en mi nuca fueron bajando hacia mi clavícula, donde finalmente despertó algo que no había sentido desde aquella vez, con mi misterioso extraño. 

Cerré los ojos y suspiré, apretando mis puños, que tenían atrapadas las orillas de mi vestido sobre mis piernas. 

El castaño siguió besando mi cuello, con tanta delicadeza como si quisiera que aquellos besos se grabaran en mi piel. Lo dejé. 

Necesitaba dejarlo… 

No sería mi primera vez, ya lo había hecho antes y aunque no lo recordara, quizá está vez era distinto. Quizá sentía lo que tanto había querido volver a sentir. Quizá lo necesitaba y no me había dado cuenta. 

Quizá él me hacía olvidarlo. 

—¿Tienes preservativos?. 

Chad se detuvo y me miró sorprendido por un momento, luego de diez segundo en estado de shock, asintió. 

—En la cajonera… 

—Bien. 

Me di la vuelta sobre su regazo y lo comencé a besar, dejando que sus manos hicieran el resto. 

Esta vez quizá también se quede grabada en mi piel. Quizá ahora, podría olvidarlo… 

—¡Eran mis últimos dos botes, idiota!. 

Estaba soñando… 

Estaba viendo de nuevos aquellos ojos azules, y de pronto, la voz de Zoe hace que despierte de golpe y me siente despacio sobre la cama, intentando entender la situación. 

—Deja de ser llorica, te los voy a pagar. 

—¡Los quería ahora! 

—¿Pará qué? 

—¡Pues para comerlos, obvio!

—¡Aah, eres un grano en el poto! 

—¡Le diré eso a mamá!. 

Es Chad, discutiendo con Zoe. A leguas se nota que no se soportan. 

Me levanto en silencio y busco mi ropa al escuchar el portazo en la habitación de la par. Me coloco mi ropa interior y cuando estoy por salir, Chad entra por la puerta con dos refrescos, y al ver que me estoy vistiendo se queda viendo con el entrecejo arrugado, cerca de la puerta. Parece contrariado. 

—¿Te vas? 

—Bueno, no quiero que tú y Zoe discutan más por mi culpa. Iré a comprar los botes de Nutella. 

—No es necesario —Deja de lado las bebidas, sobre el buró, para caminar los tres pasos que nos separan y abrazarme a su cuerpo —. Solo, olvídalo y quedémonos aquí. No terminamos de ver la película. 

—De hecho ni la comenzamos —Muerdo mis labios, atrayendo la mirada de Chad hacia ellos —. Yo… 

—Fue hermoso —Susurra sobre mis labios, atrapando mis labios con los suyos. 

Le sigo el beso, rodeo su cuello con mis brazos y me pego más a él al sentir su mano sobre mis posaderas… 

—Lo fue —Acepto, dejando que una vez más su lengua explore mi boca. 

Chad es dulce, es tierno y contrario a lo que antes pensaba, no es un tonto presumido con aires de grandeza. 

Sí, lo llegué a pensar cuando me ignoró. Pero un día, en nuestra segunda cita confesó no hablarme por nervios. Al parecer le había gustado desde el primer año, pero jamás se atrevió a decirlo. 

Me termino de colocar el vestido bajo su atenta mirada, me pongo mis zapatillas grises y acomodó lo más que puedo mi cabello. 

Chad se acomoda sobre el sofá. 

—¿Miramos la película?. 

—Tengo que volver a casa o papá se preocupará.

—Apenas son las ocho de la noche, bebé.

—Lo sé, pero… —«Tengo miedo de soñar con esos ojos azules frente a ti» —. Es que… 

—Temes que pregunte quién fue el primero, porque está claro que ese no fui yo —Preguntó, poniéndose serio de pronto. De la seriedad pasó a la tristeza —. Dicen que los hombres lo sentimos. Al parecer es verdad… 

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