QUINCE

Nunca antes había sentido algo como esto. Paz.

Una sensación tan extraña de experimentar en este remoto lugar, o como yo lo llamo, mi inconsciencia.

La tranquilidad que abraza cada parte magullada de mi ser, como un bálsamo que cubre las heridas aún latente en lo más profundo de mi alma. Dándole un suspiro breve al dolor que desde hace mucho tiempo forma parte de mí.

Aquella neblina espesa que generalmente engulle mi mente parece haber encontrado su nuevo amanecer, despejando la visión tormentosa que se concentraba a mi alrededor cada vez que la inconsciencia me atrapaba, fuera en un soñar impulsado o alguno forzado.

Finos rayos de sol rasgando las, ya no tan espesas, nubes grises de vapor, acariciando osadamente en este instante la piel al descubierto de mi cuerpo, como una grata bienvenida a lo que podría sentirse como un recién descubierto paraíso.

Un cosquilleo tibio se arremolina sobre mi piel, erizándola a su paso como una segunda caricia que llega a tocar con las puntas de sus
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