Cuando Anne despertó esa mañana al lado de Alexander, sintió un fuerte presentimiento de que algo malo sucedería. Tocó su vientre apenas creciente; tenía miedo por él, por dejarlo tan pequeño… como su madre la había dejado a ella.
Sintió cómo, a su lado, Alexander comenzaba a moverse. Sonrió. El pasado se estaba quedando atrás. El hombre, al despertar, le devolvió la sonrisa. Era algo hermoso despertar así.
—Buenos días, Annie, mi vida… ¿Cómo dormiste? —dijo él al verla despierta.
Anne le devolvió la sonrisa.
—Muy bien, solo que me despertó un mal presentimiento, y eso no me agradó para nada. Es como si algo malo fuera a suceder. No me gusta este sentimiento —comentó—. Necesito ir al baño —le pidió a su esposo para que la ayudara a levantarse.
La mañana transcurrió de forma tranquila. Los chicos llegaron y comenzaron las labores del día. El médico le había autorizado a Anne caminar, aunque de forma lenta.
En un momento, una mujer fue anunciada. Era Eleanor, quien venía a exigir una re