La fortaleza de Rajar, con sus muros imponentes y su actividad constante, se había convertido en mi nuevo mundo. Cada día que pasaba, la sensación de estar cautiva, aunque presente, se diluía bajo una capa de cortesía y atenciones que jamás había esperado. La mañana después de la cena fue diferente. El aire seguía vibrando con la tensión lejana de la guerra con Wolf, pero para mí, algo había cambiado en mi interior. Me desperté con una inusual ligereza, una chispa de emoción que no había sentido en mucho tiempo. Los gestos amables de Rajar, su atención dedicada durante la velada, habían sembrado una pequeña y peligrosa esperanza en mi corazón.

La sirvienta de cabellos claros trajo mi desayuno con la misma eficiencia silenciosa de siempre. Mientras comía, mi mente no dejaba de repasar cada palabra de Rajar, sus miradas, esa sutil sonrisa que me había dedicado. ¿Era posible que, a pesar de la profecía, a pesar de ser una extranjera arrancada de mi hogar, él viera algo más en mí? La idea