El viento del Norte seguía soplando fuerte, un recordatorio constante de los duros desafíos que esperaban. Dentro de la fortaleza de Wolf, el Thane no perdía el tiempo. Había tomado una decisión, y su voluntad era tan fría y dura como el propio invierno. La discusión con sus jefes guerreros estaba en el pasado. Ahora solo importaba una cosa: ir tras Christina.

Wolf se movía por la fortaleza como una sombra de su propia determinación. Había que organizar la expedición, y rápido. A pesar del descontento que sentía flotar en el aire, de las miradas bajas y los murmullos que a veces llegaban a sus oídos, Wolf no dudaba. Su mente estaba fija en la imagen de Christina, en la ofensa de Rajar y en la profecía que, para él, ahora solo tenía un significado: recuperarla.

Su primera tarea fue reclutar a los guerreros. No llamó a todos. Sabía que muchos no estaban de acuerdo, y no quería hombres dudosos a su lado. Se centró en los más jóvenes, aquellos que lo veían como un héroe y no habían vivido