Capítulo 44
Aquella loba en la cámara me volvía loco, Artemisa y su sensualidad era envolvente y un poco salvaje.
Cada movimiento suyo parecía diseñado para torturarme, y lo hacía con una naturalidad que rozaba lo excitante, Tenía esa mezcla peligrosa entre inocencia y experiencia, cara de angel y cuerpo de diabla.
Estaba recostada en su sofá, en esa habitación iluminada por luces tenues, neones rosados y que casi se podía oler desde la pantalla su perfume que debía ser de rosas, el mismo que usaba Mia.
Me lamí los labios.
—¿Tú me enviaste la invitación al correo? —pregunté, sin apartar los ojos de su cuerpo cubierto apenas por una lencería diminta, que cubria sus senos y un poco de su cuerpo.
Mis dedos se movieron en el escritorio.
—Quizá… ¿te arrepientes? —sonrió, y se mordió el labio inferior—. Porque yo estoy lista para ti.
La forma en que lo dijo algo en mi interior reaccionó al instante. Esa voz, ese tonito juguetón que me hacía imaginarla en mi cama, encima de mí, o bajo mí.