CAPÍTULO 54
El llanto de Mark me atravesó. Ese llanto terminó por delatarme frente al único lobo que no debía saber de su existencia.
El corazón me latía tan fuerte que juraba que podía escucharlo en mis oídos. Sabía que Xavier había entendido, o al menos sospechado.
—¿Ese hijo es mío, Mía? ¡Respóndeme!
Me quedé paralizada, incapaz de abrir la boca. Cada palabra que pensaba se me iba de la garganta antes, Solo podía mirarlo. Tenía culpa. Culpa de no haberle contado antes, de haberle escondido lo que era suyo. Pero también miedo de lo que ocurriría si la verdad se revelaba en medio de tanto odio y desconfianza.
Su grito retumbó de nuevo, rompiendo el silencio, baje las escaleras sin responder
El me agarró del brazo en el pasillo y de nuevo me hizo la pregunta
—¡¿Es mío?!.
Ares apareció, con esa seguridad que siempre le caracterizaba
—Ese cachorro es mío —sentenció con voz firme y desafiante— Yo lo olfateé, y tiene mi aroma.
Un silencio helado se apoderó de todos. Mis piernas temblaba