Las cartas sobre la mesa (3era. Parte)
Unos días después
Siracusa, Sicilia
Carlo
Un error, un mal paso, hablar de más, bajar la guardia… todo eso se resume en fracaso. Pero no te confundas: el fracaso no es lo peor. Lo verdaderamente jodido viene después. Las consecuencias. Las putas consecuencias que no perdonan. No importa si fue un desliz, una mala noche, una traición mal calculada. El infierno no necesita excusas para abrirte las puertas.
Te crees intocable, hasta que alguien decide recordarte que no lo eres. Y cuando eso pasa, ya es tarde. Porque en este mundo no hay advertencias, solo lecciones con sangre. No es paranoia, es supervivencia. Cada mirada, cada silencio, cada gesto de más o de menos… todo importa. No se trata de vivir, se trata de no morir. Hay una diferencia. Y cuando la entiendes, ya es porque viste morir a los que no lo entendieron.
Es entonces cuando la regla se te graba como hierro caliente en la piel: toda acción tiene un efecto. No es filosofía barata, es ley de la calle. Es la única ley que manda