Bueno, deben pensar que estoy salada, pero se me dañó mi cel y mi computadora... así que no podía escribir nada. :(
Cuando llegué al trabajo, choqué con Paola mientras me dirigía al ascensor. Hicimos planes para comer la próxima semana y me despedí de ella cuando llegó a su planta.Llegando al piso 17, me di cuenta de que la puerta del despacho del señor Norton estaba cerrada como siempre, así que no estaba segura de si él ya estaba allí.Encendí el ordenador, e intenté prepararme mentalmente para el día. ¿Por qué todos los días cuando me sentaba en esta silla, me sentía tan ansiosa? Sabía que iba a verlo esa mañana: nos reuníamos para verificar la agenda de la siguiente semana, todos los viernes. Pero no sabía si estaría de mal humor. Aunque me había dado cuenta de que sus rabietas habían ido a peor. Niñato estúpido.Sus últimas palabras de ayer habían sido, "Llévese también el liguero". Y lo hice. De hecho, lo estaba llevando ahora mismo. ¿Por qué? No tenía idea. ¿Qué demonios quería decir con eso? ¿Se creía que iba a tener la oportunidad de verlo? De ninguna jodida manera. Entonces, ¿por qué
Pov SaraCuando volvimos a la oficina al final del día, después de una vuelta mucho más intensa, parecía que el señor Norton tenía algo que decirme… y si no lo hacía pronto, iba a explotar.Y juro por Dios que cuando yo quería que se callara, él no podía mantener su boca cerrada, pero cuando necesitaba que él dijera algo, se volvía mudo. Una sensación de deja vu y pavor me invadió mientras caminábamos por el edificio casi vacío hacia el ascensor. En el momento en que esas puertas doradas se cerraron deseé estar en cualquier otro lado, excepto a su lado. ¿No parece como si de repente no hubiera oxígeno aquí dentro? Miré su reflejo en las pulidas puertas doradas, y me resultó difícil saber cómo se sentía. Aparte de su mandíbula constantemente apretada y sus ojos caídos, parecía completamente sereno.Gilipollas.Dejé escapar todo el aire que había retenido. Esos habían sido los 42 segundos más largos de mi vida. Lo seguí a través de la puerta, intentando mantener mis ojos fuera de él
—Quizás... —dije, sin saber muy bien si decirlo en alto o solo pensarlo.—Una vez más… —dijo, acercando su boca a la mía.Mirando hacia arriba, le dije de manera despectiva hacia su boca entreabierta:—Te odio.—Yo también odio esto.Nuestras bocas se acercaron tentativas, nuestros labios apenas se rozaban, compartiendo larespiración. Observé cómo las aletas de su nariz se apretaban y justo cuando pensé que iba a volverme loca, agarró mi labio entre sus dientes, acercándome a él. Gruñó en mi boca, profundizó el beso y me empujó con fuerza contra su coche. Como la última vez, alzó una mano y me quitó las horquillas del pelo, dejando que cayera a nuestro alrededor.Nuestros besos eran intensos y bruscos, apartándonos y apretándonos, agarrando el pelo y nuestras lenguas deslizándose una contra la otra.Gemí cuando se puso de rodillas, frotándose contra mí.—Dios —gemí con un áspero jadeo.Puso mi pierna a su alrededor, con el tacón del zapato clavándose en su pierna.—Joder, lo sé —res
Normalmente no era de esas mujeres que se alteraban y desesperaban por cosas triviales, cómo el deseo de conseguir un hombre o formar una familia.Era de las que iba por la vida sin apuros, que salía disfrutar del aire fresco en verano y se quedaba tomando un chocolate caliente y leyendo en su cuarto en el invierno, solo contemplando una rosa florecer o encontrando placer en ver una serie o película al final de la tarde.Pero hoy era diferente, necesitaba un nuevo trabajo y con urgencia.Había sido despedida de mi anterior empleo en un local de comida rápida. ¿El motivo?, arrojarle la comida y un refresco a uno de los clientes que pasó a recogerlo por la ventana del auto servicio. El muy maldito me había dicho que debía trabajar en algo más apropiado; cuando le pregunté a qué se refería, me dijo que con mi cara bonita no debía preparar salchichas, sino arrodillarme y comerlas. No pude evitarlo, era un anciano grasiento y desagradable, nadie me trataba así.Para mi mala suerte, mi jef
—¿Qué no va a disculparse? —Esta vez se cruzó de brazos, sacudiendo la cabeza con reprobación—. Niña torpe y engreída. Lo último lo dijo en inglés, pero lo entendí perfectamente. Estúpido millonario arrogante.—No soy ninguna torpe y mucho menos engreída, ha sido usted el que me ha dado miradas despectivas todo el tiempo —respondí en su idioma, dejándolo petrificado.—¿Hablas inglés? —Su tono de incredulidad, era incluso ofensivo.—¿Cree que en este país no hay gente capacitada para hablar su idioma? —exclamé con ironía, alzando una ceja.—No con su apariencia, señorita —me miró de arriba abajo y creí ver una chispa de burla en sus ojos azules.—Cabrón —hablé entre dientes, antes de darme media vuelta y alejarme definitivamente de allí. Ya me había hecho perder más tiempo de lo que ya había perdido y encima, me había insultado.—¡Taxi! —llamé rápidamente a uno, alzando un brazo. Se detuvo a pocos metros de mí y subí. Indiqué a dónde debía llevarme y en menos de 10 minutos, estaba
La mujer frente a mí me miró de arriba a abajo y pude haber pensado que no estaba juzgando mi atuendo, si no fuera por la mueca de apretar sus labios en una línea fina.Lo sabía, me veía con reprobación a pesar de mi excelente currículum. —Bien, ha pasado la entrevista —carraspeó, mirando unos papeles—. Nos podremos en contacto con usted muy pronto.Eso bajó mis ánimos hasta el suelo, porque definitivamente era un eufemismo para decir que no me habían contratado y debía conseguir otro empleo.—Emm, muchas gracias —forcé una sonrisa y me levanté para irme de allí, sin que se me notaran mis ánimos.—Seguramente van a contratar a la chica que pasó antes que yo —murmuré para mí, mientras caminaba a la salida. Sentía la mirada de todos sobre mí, juzgándome, así que miré mis zapatos al caminar, para intentar no prestarles atención. Llegué al ascensor sana y salva, encontrándome con el chico de antes, el que no iba vestido de ejecutivo. Me ofreció una amable sonrisa que correspondí, sinti
Tomé un taxi y llegué rápidamente al edificio, cinco minutos antes de las 8 de la mañana. Solté un suspiro de alivio y me dirigí a la entrada cuando me esperaba en la misma recepcionista de antes.—Buenos días, señorita. Soy Sara Johnson…—Sí, la nueva asistente del jefe —me miró de arriba abajo y sonrió—. Espero que dures.—¿Disculpe? —fruncí el ceño. —Olvídelo —sacudió la cabeza, esbozando una nueva sonrisa—. Suba hasta el último piso donde fue su entrevista, la señora Escudero le indicará cuál es su oficina y sus obligaciones."Vaya, una oficina y todo, es impresionante", pensé, caminando hacia el ascensor. Cuando llegue arriba me dirigí a la misma oficina donde me habían entrevistado, encontrándome con la misma mujer del día anterior.—Felicidades por su cargo señorita Johnson, soy la jefa de personal, Paola Escudero —se quitó las gafas y me escudriñó de arriba abajo—. Su atuendo es bastante acertado, venga conmigo. Me mostró una amplia y elegante oficina que me dejó asombrada
—Al menos viste mejor que la vez pasada —habló sin siquiera mirarme.¿Acaso era una broma?—Señor Norton…—¿No le había pedido que se sentara?, no tengo mucho tiempo —espetó en tono irritado y me limité a obedecer, muy en contra de mi voluntad. Él llevaba ahora una camisa blanca, corbata y chaqueta gris, la corbata colgaba del respaldo de la silla. Su rostro era tan guapo, que podría competir con mucha ventaja con el David de Miguel Ángel. Sacó unos documentos de una carpeta y los estudió en silencio antes de mirarme.—Aquí dice que su nombre es Sara Aure… —¡No lo diga! —lo detuve.Él me observó con mucha molestia por haber levantado la voz. No quería que mencionara mi segundo nombre, lo detestaba más que el hígado encebollado.—¿Le he dado permiso de hablar? —miré mis manos—. Su nombre completo, y espero que no haya más interrupciones, es Sara Aureliana Johnson.No dije nada.—¿Es correcto? —repitió con sequedad.—Sí… señor —apreté los dientes y miré hacia un lado—, lo es.Él asin