POV Willy
Inmediatamente, apenas veo el video en el celular de Salomé, empiezo a sentirme nervioso. Nunca he sido bueno mintiendo, así que desvío la mirada porque no puedo seguir viendo la decepción en sus ojos. Debe estar pensando lo peor.
—No sé quién es, no la conozco —respondí por inercia. Pero no era cierto. Yo sí sabía quién era.
—¿Sabes dónde estamos? En mi oficina… ¿cómo llegó ella hasta ahí? —me preguntó, dolida. Negué con la cabeza, porque sinceramente no sé cómo esa mujer llegó hasta la empresa de mi esposa.
Veo la frustración en su rostro, y en sus ojos, que normalmente estarían rojos de la cólera, solo veo cansancio… ¿acaso estuvo llorando? Me parte el alma haberla herido así.
No supe qué responder. Ella tomó mi rostro con fuerza, presionando mis mejillas.
—Amor, no lo sé… ni siquiera sé quién es o cómo se llama —mentí otra vez.
Nunca pensé que esto llegaría tan lejos. Pero como dicen: “las mentiras tienen patas cortas”. En este caso, las suyas eran largas, y vino