La iglesia está en silencio. Un silencio sagrado. Solo el murmullo de los corazones acelerados y las emociones contenidas llenan el aire.
Primero, Alex y Cecil se miran como si el mundo se hubiera detenido en ese instante.
Él le acaricia la mejilla con una ternura que desarma, ella le sonríe con lágrimas en los ojos.
El sacerdote les da la bendición final y, por fin, pronuncia las palabras más esperadas:
— Ahora pueden besarse.
Alex no lo piensa dos veces. Toma el rostro de Cecil entre sus manos y la besa como si fuera la primera y la última vez.
El beso es suave, profundo, lleno de historia y redención. Las promesas están selladas. El pasado queda atrás. Y en ese beso está todo: el amor que nació con un perfil falso, la lucha por estar juntos, las niñas, las segundas oportunidades… la certeza de que esta vez, es para siempre.
A unos pasos, Mario no aparta los ojos de Leah.
Ella lo mira con esa mezcla de dulzura y fuego que siempre lo ha hecho perder el aliento. No necesitan decir nad