NARRADORA
Raven estiró la mano y la acarició, sonriéndole con cariño.
Se avivó, metiéndose entre sus dedos como respondiendo a sus mimos.
A Cedrick le picaban los dedos por tocarla, pero cuando subió su brazo, los pelos cortos comenzaron a chamuscarse.
Entonces forzó su poca magia de hielo y enseguida una calidez que le calentó el alma, jugueteó en la palma de su mano, como una niña reconociendo a su padre.
La sonrisa de tonto enamorado de su cachorra era algo bastante cómico de ver en un Alfa tan rudo y enorme.
— ¿Por qué no pude olerla en el vientre de Raven? – le preguntó a Dalila con los ojos llenos de su cachorra de fuego.
— Porque la parte humana a penas se está formando. Las Centurias desarrollan más rápido la llama primordial de sus lobos – Dalila le respondió suspirando
— Tus dos embarazos me han sacado más canas en minutos, de las que me han salido de siglos.
— ¿Por qué te comportas así? No era más fácil decirme la verdad y ya.
Raven le habló enojada a su lobo de fuego que