NARRADORA
Todos rabiaban de odio, pero qué podían hacer si sus familiares se encontraban encerrados y vigilados por esas horribles flores mensajeras de la muerte.
No tenían antídoto para ese veneno que los asesinaba en a penas minutos.
Si Cedrick viera la cantidad de lobos fuertes que iban a atacarlos, además de toda la magia negra de Silvana, se preocuparía mucho más de lo que estaba.
Sin embargo, ahora mismo, se enfocaba en dejar bien preservado el cadáver de su tío, en la misma cueva que su compañera, y organizar los planes de defensa.
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— Beta, necesito que mandes a algunas Centurias a buscar por el camino de la montaña a un amigo. Él viene con otros refugiados, denle comida y cobijo, en lo que toda esta locura termina – le ordenó a Anastasia que asintió.
— Igual, que no se confíen de ellos, ni siquiera de él. Vigílenlos bien - Cedrick le advirtió
— Iré a buscarlo yo personalmente, así es más seguro para todos - y se fue a hacer de escolta para Vincent y su tropa de desa