Escurro el agua fría de mi cabello y mi cuerpo.
Me encuentro en la ducha privada de Cedrick, así que aquí nunca entra ninguno de los otros machos guerreros de la manada.
Estoy frustrada y caliente, las nalgas me escuecen y están rojas, pero ni modo, yo misma me lo he buscado.
Suspiro pensando en que la próxima vez que ese lobo cachondo quiera hacerlo, me voy a negar rotundamente, va a tenerme que rogar de rodillas.
“Qué ilusa eres” la voz de mi consciencia llamada Sena me dice con sarcasmo.
Ni siquiera le respondo a esa loba contestona y salgo descalza de la ducha para tomar la toalla que había dejado a la mano.
¿Dónde estaba?
El gancho en la pared se encontraba vacío y al mirar sobre el estante donde había puesto mi cambio de ropa tampoco estaba, ni la sucia, ni la limpia.
Comencé a asustarme, alguien había estado aquí y yo cantando en la ducha sin enterarme.
“Sena, sientes el olor del Alfa en esta habitación, ¿por qué no me avisaste si Cedrick entró?”
“A mí no me culpes, todo esto