—¡Yo no sé nada de esa corrupción! —replicó Ayseli con firmeza, aunque su cuerpo temblaba ligeramente—. ¡No puedes juzgarme por lo que otros hicieron!
De pronto, Raymond se movió.
¡BAM!
¡¡Él la empujó contra el colchón!!
—¡Ah! —Ayseli, soltó un gritito.
Ese enorme macho la encimó en segundos, su sombra y su fuerza cubriéndolo todo.
El corazón de Ayseli latía a golpes, subiendo y bajando su pecho con violencia.
—¡Quítate! —jadeó ella, ya que en la inercia de la caída… El abrigo se había abierto, dejándola totalmente expuesta bajo él.
Sus senos quedaron al aire, ella temblaba con la respiración agitada. Su abdomen se notaba apenas redondeado… y más abajo, su intimidad a la vista.
¡Avergonzada, trató de cerrar las piernas!
Pero él metió la suya en medio, con firmeza brutal, impidiéndolo.
—¡Ah! —gritó Ayseli, aún más alterada.
Las muñecas de esa hembra quedaron atrapadas por las manos de ese macho, presionadas a los costados de la cama.
La mirada verde de Raymond brilló,