¡¡Raymond se detuvo a medio alzarse y la fulminó con los ojos en ese maldito momento!!
—Créeme. No quieres saberlo —dijo ese Rey Alfa con voz gélida—. Ruega a la diosa que te bendiga con machos.
¡Ayseli abrió sus ojos de par en par! ¡La hembra estaba en shock!, con su corazón latiendo aceleradamente.
¡RECORDÓ LA VISIÓN!
La cuna, la sangre en las sábanas, el llanto de sus bebés que paró de golpe.
El corazón de esa hembra se apretó, feroz. Sus manos se elevaron y cubrieron su rostro.
—Ah… —un sollozo le rompió la garganta… Llorando.
Las lágrimas salieron, deslizándose por sus mejillas, se le cortó la respiración. El abrigo crujió bajo sus dedos, apretado contra el pecho que subía y bajaba a golpes.
Ese macho la miró, frunciendo el ceño.
Por un segundo, algo de confusión cruzó su mirada verde.
"¿Dolor?"
Pensó Alfa Raymond. Recordó que los médicos le dijeron que ella necesitaba ser vigilada por al menos un mes.
"¿Se siente mal por falta de tratamientos?, su