Capítulo 41Las amenazas de Aurelio pesaban con la fuerza de su palabra. Aquella mañana, el consejo de ancianos se había reunido temprano para discutir la situación.Estaban hartos de los escándalos, de la irresponsabilidad de su Alfa y de su evidente falta de compromiso con la manada. Estaban dispuestos a reemplazarlo por Phillipe si se negaba a cumplir con su deber como líder.—Ustedes no pueden hacer eso. ¡Phillipe acabará con la manada! A él nunca le importó Redmoon —exclamó Amelia, alzando la voz, incrédula ante los alcances de Aurelio y los demás para apartarla de él.—Por eso vine hasta aquí. Si en verdad amas al Alfa Matthew, aléjate de él —gruñó Aurelio con firmeza.Amelia no supo qué responder. Se quedó paralizada en la habitación, sintiendo cómo la culpa por su amor la envolvía. Desde que se enamoró de Matthew, desde que la Diosa Luna los destinó, no habían hecho más que enfrentar obstáculos.—¿Qué harás? —la presionó Aurelio, buscando una respuesta que le diera seguridad s
Capítulo 42Vicente estaba desesperado, su lobo Ares le geitaba estaba furioso por lo que había sucedido.—¡No puedes perder a la loba! —gruño enojado mientras veía a su Alfa destruido —¿Que debo hacer? Ella me aborrece, no quiere saber nada de míVicente tenía una botella en su mano, bebía sin control mientras lágrimas caían de sus ojos, el lobo solo quería el final que el mismo destruyó.—Obligala ¿Desde cuándo el Alfa de Platino debe pedir permiso para obtener lo que quiere?Vicente estaba dispuesto a declarar la guerra a Larios si esto le regresaba a la loba que amaba.Llamo a su Beta de un grito desesperado, mientras bebía sin control, el alcohol era su enemigo.—Mañana en la mañana iremos a la manada de Larios, el debe entregarme a mi Luna.El Beta le pidió calma, en este momento Platino no tenía la fortaleza de ser parte de una guerra, de romper los tratados de paz por una loba.—Entiendalo, esto puede llevar a la extinción de nuestra manada —suplicaba la voz de la razón del B
Capítulo 43Dos años después Matthew despierta como cada mañana mirando la ventana de su habitación, los rayos del sol entraban por su ventana lastimando su rostro.A su lado, Cecilia, en una cama separada pero a su lado como Luna.El día que su mundo tambaleó fue cuando escucho a Larios decir aquellas palabras, en su cabeza se repetía una y otra vez esa escena.—¡¿Que hizo?! —fue su grito agarrando los brazos de Larios con fuerza Este solo les pidió entender su decisión tanto a él como Vicente, aunque esté había tomado aún peor aquella noticia.—Ve con tu padre —escucho el reclamo de Cecilia que gruñía enojada mientras el pequeño llegaba a su lado para pedir amor.Un niño regordete de una sonrisa tierna se acercó y le dio un abrazo a su padre, el rostro de Mathew cambio, aquella amargura que lo acompañaba desde ese día desapareció.El pequeño era su razón de ser, gateaba y empezaba a dar sus primeros pasos, Jake era su mayor ilusión.Cuando el cachorro nació, se prometió cuidar de
Capítulo 44 Amelia había huido buscando un suspiro de paz en medio del huracán que se había vuelto su existencia. Con el corazón hecho trizas, tomó la decisión más desgarradora de su vida: alejarse del lobo que amaba. No por cobardía, sino por amor. Porque si algo temía más que perderlo, era verlo perderse a sí mismo por culpa de su historia rota.Casarse con Mike había sido una decisión precipitada, nacida de la presión, de las amenazas de Vicente, de los silencios de Matthew. Era su única salida, su única forma de recobrar el aliento. Y así, con la ayuda de Larios, escapo con las manos temblando y el alma partida, pero con un hijo en su vientre que merecía algo mejor.Mike, quien en otros tiempos había sido su rival en la manada, se convirtió en su cómplice. Ya no había rencores, solo una extraña complicidad tejida entre heridas y resignaciones. Él se transformó en un padre excepcional para el pequeño que nació en una noche en la que incluso la luna pareció brillar con más fuerza.
Capítulo 45Vicente dio un paso tembloroso, con los ojos vidriosos y el alma hecha trizas.Por fin, después de un infierno sin fin, Amelia estaba frente a él. Tan real, tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos.Antes de que pudiera extender una mano temblorosa hacia ella, Matthew se interpuso como una muralla de concreto. Colocó su mano firme en el pecho de Vicente, cortando cualquier intento de acercamiento. Amelia, sin pensarlo, se refugió detrás del Alfa, buscando alejarse de su pasado.—Aléjate de ella —gruñó Matthew, con una furia que helaba con su aliento el lugar—. No tenemos tiempo para tus estupideces.Vicente se quedó inmóvil, paralizado. Frente a él, estaba el lobo que le había arrebatado lo único que alguna vez creyó suyo: el corazón de Amelia.En un arranque desesperado de orgullo, intentó golpearlo, pero Matthew fue más rápido. Esquivó con agilidad el puño, y Vicente cayó al suelo con un golpe seco, quedando en ridículo ante los ojos de todos.El silencio fue absoluto.V
Capítulo 46El corazón de Matthew latía con fuerza mientras observaba al pequeño Max, su hijo, envuelto en sábanas blancas dormido. La sangre que había corrido por sus venas ahora palpitaba en el cuerpo frágil de su cachorro, compartida con la de Amelia. Dos almas, dos linajes, unidas en aquel cuerpo diminuto que luchaba por respirar. Pero él lo sentía, lo olia. Max estaba reaccionando. Su pequeño lobo había decidido quedarse.A su lado, Amelia estaba en la cama. Su piel era pálida, su respiración leve, ella estaba débil por la sangre donada.Matthew fue el primero en despertar. Sus ojos grises se encontraron con su figura dormida, y durante unos segundos, se permitió simplemente observarla. Hermosa. Inalcanzable e Inolvidable.Pero detrás de esa contemplación, hervía algo más. Un nudo de rabia contenida. Lo habían traicionado. Le habían ocultado una verdad tan brutal que había cambiado el curso de sus vidas. Amelia, ella, la loba que lo marcaba con una sola mirada había condenarlo
Capítulo 47Los ojos de Aurelio se abrieron sorprendidos, con una codicia salvaje.La posibilidad de que el futuro Alfa de Redmoon fuera un Lycan, sangre pura, una raza superior, le provocaba una euforia embriagante.Después de todos los escándalos que Matthew había arrastrado sobre su manada, aquello parecía la salvación.—¡Estás loco! —gruñó Matthew, empujándolo con un golpe seco que apenas logró contener toda la furia que hervía en su pecho—. No voy a permitir que te acerques a mi cachorro ni a mi loba.—¿Tu loba? —Aurelio soltó una risa cinica, impregnada de veneno—. Te recuerdo que tu loba es Cecilia, la Luna legítima de nuestra manada. —Su mirada se volvió turbia, con desprecio—. Esa maldita esclava no es más que una suripanta.El sonido o de un golpe quebró el momento. Matthew, consumido por un impulso de rabia, le propinó un puñetazo brutal que lanzó a Aurelio al suelo. Su respiración se agitaba mientras sus ojos, llenos de furia protectora, se venían de fuego como brasas v
Capítulo 48El temblor en el cuerpo de Amelia era incontrolable. La loba sentía cómo aquella presencia oscura no solo había invadido el ambiente, sino también su alma, impregnándola de una angustia fría.—¿Sabes qué es? —susurró, buscando en los ojos de Matthew la respuesta.El lobo negó lentamente, su mirada opaca por secretos que aún no se atrevía a confesar.Había cosas de su pasado que Matthew no se atrevía a compartir con Amelia.Greta había sido importante, sí, no porque su corazón siguiera perteneciendo a ella, sino porque formaba parte de una historia que temía cambiar la manera en la que Amelia lo veía.No quería que lo mirara diferente, no quería perder su mirada de ternura y amor.En aquella ocasión, como tantas otras veces, había elegido el deber sobre sus propios sueños. Había elegido a la manada, sacrificándose a sí mismo en el proceso.Y esto no pasaría con Amelia, se lo juro internamente.—No lo sé —murmuró con voz baja, ra—. Solo he escuchado esa voz un par de veces…