CAPÍTULO 83
Mirta se levanta de la cama con los ojos llorosos, mientras se acomoda la ropa, acababa de entregarle su virtud a Aurelio.
No fue nada tierno, más bien un momento salvaje lleno de un deseo que no era mutuo.
Aurelio la acostó en la cama, la desnudo con rapidez para tocar con sus labios cada milímetro de la piel de la loba que estaba exhausta.
La deseaba, se había convertido en una obsesión, la belleza de Mirta le regresaba un poco la grandeza que había perdido, el lobo sabía que no era el mismo de antes, Pero tenerla, por una noche, ser el dueño de su virtud, lo hacia sentirse poderoso.
Termino a fuera, quería dejar su semilla, asegurarse que la loba sería suya, Pero más allá de su deseo, la idea de la venganza era más fuerte, así que tuvo que contenerse.
Mirta se sentía sucia, esto no era lo que esperaba de esa primera vez que en sus sueños era gloriosa.
Sentía un gran peso en sus espaldas, si le fallaba a su manada y su padre, eran como morir lentamente.
Aurelio le ayudo