Varios días atrás, Román tuvo que ir a la oficina en mitad de la noche por un negocio en puertas con una empresa japonesa, al llegar al estacionamiento le extrañó ver el automóvil de Alberto, así que fue directamente a la oficina de su amigo para averiguar el porqué estaba allí a esa hora.
Entró a su oficina y lo encontró de bruces sobre el escritorio:
–Amigo, ¿qué haces?, ¿por qué estás aquí a esta hora?
–Eh…, ah…, hola, no tengo adónde ir.
–¿Cómo es eso?
–Sabes que me deshice del apartamento al