Grace Bradford lo tenía todo: una vida perfecta y un futuro prometedor. Pero una noche prohibida con su jefe, el enigmático y peligroso Lucien Stanton, cambió su destino para siempre. Un error inesperado, una traición devastadora y una pérdida irreparable la llevaron a huir, dejando atrás un pasado que la consumía. Siete años después, el hombre que juró olvidar reaparece, arrastrándola de nuevo a su mundo lleno de secretos y sombras. Pero esta vez, no es solo por ella… es por uno de sus hijos, cuya vida pende de un hilo. Y Lucien, hará lo que sea necesario, incluso traerla vuelta bajo el pretexto más cruel: ser la niñera sus propios hijos. Y entre miradas cargadas tensión, recuerdos imposibles enterrar y tres pequeños que conspiran para reunirlos, Grace y Lucien se enfrentarán a un amor que nunca murió y a un pasado que amenaza con destruirlos. ―¡Papi, cásate con la niñera! ―dijeron al unísono sus hijos, con sonrisas traviesas. ―No estoy interesado en el amor. Además, tendrían que compartirme. ―No seas tonto , papi. Te vimos besar a mamá… ¡Admítelo, te gusta nuestra niñera! ¿Podrán vencer la oscuridad que se cierne sobre ellos o sucumbirán a sus propios demonios? Y es que el destino ya ha comenzado a jugar su última carta.
Leer másCAPITULO1- UN HOMBRE SIN CORAZON.
Las manos de Grace temblaban incontrolablemente mientras sostenía la pequeña prueba de embarazo. Era increíble cómo algo tan diminuto podía contener una verdad tan inmensa. Su corazón latía con fuerza, casi al ritmo del tictac del reloj en la habitación. La imagen de su padre, siempre tan severo y orgulloso, flotaba en su mente, y el eco de sus palabras sobre la respetabilidad y la honra familiar la atormentaban. La familia “Bradford” no solo valoraba la perfección; la exigía. Ahora, todo podía venirse abajo por culpa de aquel pequeño objeto. El miedo la consumía, pero no solo por su familia. Lucien… Su sola imagen le hacía un nudo en el estómago. ¿Cómo reaccionaría él? ¿Sería tan cruel como ella temía? Cerró los ojos, buscando una fuerza que parecía eludirla, y respiró profundamente. «Tienes que hacerlo» se dijo. «No hay vuelta atrás.» Con una determinación palpable, se levantó del sillón, se alisó la falda con manos temblorosas y salió de su consultorio. Caminó hacia el despacho de Lucien como si cada paso pesara una tonelada. Cuando llegó, sus ojos se posaron en la placa dorada que decía “Dr. Lucien Stanton”. La brillante perfección de las letras contrastaba con el caos dentro de ella. Llamó a la puerta. —Adelante —dijo la voz grave desde el interior. Grace respiró hondo, apretó la prueba en su bolsillo y giró el pomo. Entró al despacho, donde Lucien estaba detrás de su escritorio, revisando unos documentos. Alzó la cabeza al escucharla entrar y la miró con esos ojos fríos que tanto la atraían y aterrorizaban. —¿Qué haces aquí? —preguntó él, su tono helado como el invierno—. Creí haber sido claro. Las palabras fueron un golpe, pero Grace se esforzó por no derrumbarse. Parpadeó, nerviosa, y juntó las manos frente a su pecho para ocultar su temblor. Tragó saliva, tratando de reunir coraje. —No ha venido mi periodo —murmuró, su voz apenas un susurro. Lucien la miró fijamente, su expresión impenetrable por un instante. Luego, sus cejas se fruncieron, formando una línea dura. Se levantó de golpe, su imponente figura irradiando autoridad. —¿Qué estás tratando de decir? —su tono era tan afilado como un cuchillo. Grace retrocedió, intimidada. Y negó rápidamente con la cabeza. —Es que… varias veces, tú y yo… no nos cuidamos. Solo quería que lo supieras y que… —¿Y que qué? —la interrumpió él con una dureza que la hizo estremecerse—. Era tu obligación cuidarte, no la mía. Si decides acostarte con un hombre que solo te promete sexo, tomas precauciones. ¿Qué esperas al decirme esto? ¿Que caiga de rodillas y declare mi amor eterno? El calor le subió al rostro. Grace sintió la vergüenza y el dolor inundarla. Quiso explicar, pero las palabras se le atoraron. —Lucien… yo… —No. —La cortó de nuevo, su voz fría como el acero—. No voy a caer en ese viejo truco. No hay nada que me garantice que ese niño sea mío. Así que, haz lo que tengas que hacer, pero no cuentes conmigo. Grace abrió los ojos, incrédula. Nunca nadie la había tratado con tanta crueldad. Parte de lo que decía Lucien era cierto; no era virgen cuando lo conoció, pero desde que estuvo con él, no había estado con nadie más. Sabía que el bebé era suyo. —No te estoy pidiendo nada —dijo al fin, su voz temblando—. Solo pensé que debías saberlo. Lucien dejó escapar una risa vacía que hizo que sus palabras dolieran aún más. —Claro, por supuesto. Quieres que piense que eres noble. Pero sé lo que buscas, Grace. Desde que entraste a este lugar, sabías lo que querías. ¿Creíste que funcionaría? Se acercó, sus ojos helados clavándose en los de ella. —Yo decido con quién me quedo, y tú… no eres nada para mí. Solo un entretenimiento. Así que, por tu propio bien, olvídate de mí. Grace sintió cómo se rompía algo dentro de ella. Su amor, que había sido un secreto vergonzoso, ahora era su mayor debilidad. Tragó con fuerza, reuniendo los pedazos de dignidad que aún le quedaban. —No volveré a molestarte. Así que esto termina aquí. Lucien sonrió con arrogancia. —No, Grace. Esto terminó hace mucho. No quiero más conversaciones. Y, para que lo sepas, los únicos hijos que tendré serán con mi futura esposa. Grace sintió cómo esas palabras apagaban la última chispa de esperanza. Sin decir nada más, dio media vuelta y salió del despacho. Las lágrimas le nublaban la vista, pero no permitiría que él la viera derrumbarse. Cada paso lejos de él era un recordatorio de su error. Había amado a un hombre que no tenía corazón.Mis queridas hermosas, Finalmente hemos llegado al final de esta novela. Quiero agradecerles de corazón por acompañarme en este viaje. Mis más sinceras disculpas por los retrasos, los errores o cualquier detalle que no haya sido de su agrado. Siempre estoy trabajando para mejorar y crecer, porque ustedes son mi mayor motivación.Gracias infinitas por estar aquí, por su paciencia, su apoyo y su cariño. ¡Las amo con todo mi corazón! Un abrazo enorme para cada una de ustedes.Por cierto, les estaré avisando cuando esté lista la historia de Mateo y Lucy.¡Espero que la disfruten muchísimo!
C189- BIENVENIDA A LA FAMILIA. La mansión de Alexander parecía sacada de un cuento de Navidad. Las luces iluminaban la imponente construcción y el aroma a pino fresco y galletas recién horneadas flotaba en el aire. Dentro, todo era elegancia y tradición... hasta que los trillizos llegaron.James, Emma y Olivia irrumpieron como un torbellino, gritando y persiguiendo a Duque, el gran danés de Alexander, que, a pesar de su tamaño, parecía temerle más a ellos que ellos a él. Entre risas y chillidos, los niños comenzaron a lanzarse bolas de nieve dentro en la entrada de la casa.—¡Por todos los cielos! —exclamó Alexander con su tono de siempre, serio y autoritario, pero con un brillo divertido en los ojos—. ¡Esto es una mansión, no un campo de batalla!Lucien, que entraba en ese momento con Grace, suspiró resignado.—Les dije que esperaran…—¡Sí, claro! Como si eso fuera a funcionar —respondió Grace, encogiéndose de hombros.En ese instante, la puerta de otro auto se abrió y Aaron y Kate
188- NOS VEMOS LAS CARAS.En el pasillo, los padres de Aaron esperaban con Catalina en brazos. La bebé estaba tranquila, pero los ojos de ambos abuelos estaban llenos de preocupación. La madre de Aaron, fue la primera en hablar.—¿Están bien? —preguntó, mirándolos con cuidado.Kate tomó a Catalina en brazos, abrazándola como si nunca quisiera soltarla.—Ahora sí —respondió, con un suspiro profundo.El padre de Aaron, que había estado en silencio, dio un paso adelante y puso una mano en el hombro de su hijo.—Hiciste lo correcto, hijo. Esa mujer no volverá a lastimar a nadie.Aaron asintió, pero su mirada estaba fija en Kate y Catalina. Sabía que aún había heridas que tomarían tiempo en sanar. Pero que se sanarían.La madre de Aaron se acercó a Kate y le dio un abrazo inesperado, lleno de calidez.—Eres más fuerte de lo que crees, Kate. Y mi nieta tiene suerte de tenerte como madre.Kate, dejó escapar una pequeña sonrisa, aunque sus ojos seguían llenos de emociones acumuladas.—Gracias
187- TE PUDRIRÁS EN LA CÁRCEL.Aaron y Kate entraron a la sala de interrogatorios del centro de detención. Madison estaba sentada al otro lado de la mesa, esposada, con una expresión de desafío que apenas ocultaba su nerviosismo. Las luces frías del lugar resaltaban las ojeras marcadas en su rostro, pero su mirada seguía siendo altiva, como si aún creyera que tenía el control.Kate avanzó primero. Dejó a Catalina con los padres de Aaron, quienes esperaban afuera, y ahora estaba frente a la mujer que casi le arrebató a su hija. Sus manos temblaban, pero no retrocedió. Aaron la miró de reojo, listo para intervenir si era necesario, pero Kate no necesitaba ayuda. Esta vez, ella iba a hablar.—¿Por qué? —preguntó, su voz baja pero firme, casi un susurro cargado de rabia contenida—. ¿Por qué quisiste llevártela? ¿Qué clase de monstruo eres?Madison levantó la mirada, y una sonrisa fría y venenosa se dibujó en su rostro.—¿Por qué? ¿De verdad quieres saberlo? —su tono era gélido y cargado d
C186-SECUESTRO FRUSTRADO.Aaron no podía dormir. Kate descansaba profundamente por primera vez en días, pero él no lograba calmar esa sensación de inquietud que lo carcomía. Algo no estaba bien. Miró la cuna vacía junto a la cama y se levantó del sillón, tratando de no hacer ruido. Salió al pasillo, con el corazón latiendo más rápido de lo normal.El hospital estaba en silencio, demasiado tranquilo. Las luces tenues iluminaban el camino hacia el área de recién nacidos. Cuando llegó, notó algo que lo hizo detenerse en seco: la puerta estaba entreabierta. Frunció el ceño. Esa puerta siempre estaba cerrada.Entró despacio, sintiendo un nudo en el estómago. Las cunas estaban alineadas como siempre, pero la de Catalina estaba vacía. Su corazón se detuvo por un segundo.—¿Hola? —llamó, pero no hubo respuesta.Aaron buscó con la mirada, desesperado. Un sudor frío le recorrió la espalda. Salió corriendo al pasillo, mirando en todas direcciones. Entonces la vio: una mujer vestida de enfermera
C185- CATALINA ROSE.Cuando llegaron al hospital, las contracciones de Kate eran cada vez más intensas. Aaron apenas logró estacionar el auto antes de correr hacia el lado del pasajero para ayudarla a salir. Kate apretaba su vientre con una mano mientras la otra se aferraba al brazo de Aaron.—¡Aaron, me duele! —jadeó, su rostro contraído por el dolor.—Lo sé, cariño, lo sé. Estoy aquí contigo, todo va a estar bien —dijo él, con la voz temblorosa pero tratando de sonar calmado.Mientras entraban al hospital, Aaron prácticamente detuvo a la primera enfermera que vio.—¡Mi esposa está teniendo al bebé! ¡Necesitamos ayuda! ¡Ahora! —exclamó, ansioso, casi desesperado.La enfermera, acostumbrada a lidiar con futuros padres nerviosos, sonrió con calma y asintió.—Tranquilo, señor. Vamos a llevarla a una sala de parto inmediatamente.Pero justo cuando la enfermera iba a buscar una silla de ruedas, Kate soltó un jadeo más fuerte y se dobló ligeramente hacia adelante.—¡Aaron! —gritó, y en ese
Último capítulo