POR UNA NOCHE...

Horas más tarde, el claxon del coche me despierta con un respingo, Gian tiene una mano en mi pierna izquierda y me está mirando.

—Ya estamos—sin otra palabra baja del coche azotando su puerta. 

Somnolienta miro por la ventanilla y mi mandíbula se abre, el castillo es enorme; dos plantas perfectamente visibles que se extienden cientos metros a los costados, en la planta inferior hay enormes arcos de piedra que recorren la construcción, y en la puerta principal está izada la bandera de Pangea al lado de unas amplias escaleras sobre las que se ve un balcón de considerable tamaño. Salgo del coche únicamente para apreciar mejor el castillo, varios chicos ya han llegado entre gritos extasiados y enorme barullo. Entre los recién llegados busco a Gian, pero no lo veo por ningún lado. El castillo tiene un aspecto entre barroco y gótico, más dudo que esa sea la razón del o

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