El rostro de fiereza de la pequeña Hebe, cohibió a Anaís, al punto de hacerla retroceder un poco. Marco se acercó a la chica de manera protectora y reprendió a la chiquilla.
—No debes tratar a Anaís de esa manera, además, yo no soy tu marido, eres una niña y los maridos son para las mujeres adultas. Ahora ya deja tus locuras, porque si sigues de esa manera ni siquiera voy a quererte tratar —mencionó Marco en tono severo.
—¡Ya vas a ver qué sí eres mi marido! Y ella —expresó mirando molesta a Anaís—, debe mantenerse alejada de ti, porque ninguno de los dos me conoce y no saben de lo que soy capaz, hasta calva te puedo dejar.
Apretó la boca con una expresión de desagrado y salió protestando, Diego la siguió y la detuvo.
—Hebe, ¿Por qué estás tan molesta? Te prohíbo que le causes daño a Anaís —pronunció el chico en tono severo.
—¡Ella me quiere quitar mi marido! Debo pensar en un fuerte castigo para ella, yo no soy juego.
—¡No Hebe! Númer