Dominic IvankovLa sangre se pega a mis botas como una segunda piel. Cada paso que doy deja una huella carmesí sobre el concreto agrietado y es que estoy todo bañado en sangre y decidido a salir de allí y buscar a Trina.Porque si Seamus la tiene, algo me dice que la están tratando de quebrar y de solo imaginar lo que puede estar pasando, aumenta la furia y el deseo de más sangre en mí."Aguanta, maldita", susurro al viento, entre dientes, tratando de contener mis emociones.El humo ácido me raspa la garganta mientras salgo del edificio en llamas. Mis botas aplastan vidrios rotos y dedos amputados sin distinción. Llevo un cuchillo en una mano, otro en la cintura y mi Glock en la otra. Ambas armas chorreando lo mismo: sangre irlandesa barata.—¡Avancen! —le grito a Yuri, que arrastra a uno de los nuestros con el brazo casi desprendido.Las instalaciones del edificio entero arden. Las llamas reflejadas en los charcos de gasolina hacen parecer que el infierno se ha tragado el suelo. Y yo
Dominic Ivankov. El cuchillo tiembla en mi mano. No es duda. Es rabia pura, hirviendo en mis venas como ácido.El filo ya no presiona su garganta como debería. Maldita sea. Salvatore lo nota. Sus labios sangrantes se curvan en una sonrisa victoriosa. —Si no me crees, puedes acceder a los archivos de tu padre y verás a tu hermana embarazada. Fue la vez que la mandaron a Rusia con unos amigos... ella solo estaba pasando su embarazo.Mierda. Mis músculos se tensan. El nombre de mi hermana muerta en su boca me afecta más de lo que me gustaría admitir… sé que Liliana era una sanguinaria, pero a mí me consentía, fue la única figura materna que conocí. —¡Mientes! —le escupo, pero el daño está hecho. La semilla de la duda ya está plantada. A mis espaldas, Andru grita. —¡Dominic! ¡Los refuerzos! ¡Mierda, tenemos que movernos YA! El estruendo de motores se acerca. Helicópteros. Sirenas. Tiempo que se escurre entre mis dedos ensangrentados. Salvatore sigue sonriendo. ¡Como si ya hu
DominicAndru mira el medallón en mi mano. No lo entiende. No entiende lo que esto significa.—¿Qué mierda es eso? —pregunta, su voz llena de curiosidad.Lo guardo en el bolsillo del pecho, justo sobre la cicatriz que Trina dejó en mi corazón.—El principio del fin —digo, mi voz grave, oscura, como el trueno que precede a la tormenta.Le doy una orden al piloto, y es allí donde se desata la guerra, donde la tierra se tiñe de rojo, donde los enemigos caen como hojas en otoño. Hacia el infierno de Seamus.El helicóptero se eleva y comienza a atacar a la aldea. Entre el humo y las llamas. Abajo, el caos se extiende como una mancha de aceite. Sirenas. Gritos. El eco lejano de explosiones.—Necesito ir a Dublín.Andru me mira, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y admiración.—¿Estás seguro de esto, Dom? Vamos directo a la boca del lobo.Saco el medallón. Lo giro entre mis dedos. La hendidura parece burlarse de mí.—No tengo opción —gruño—. Lo más probable es que Trina esté allí.Yu
Advertencia: Es romance oscuro que se caracteriza por tratar temas intensos y sombríos en el contexto de una relación romántica. Aquí son malos los mafiosos, no se arrastran ante la mujer y tienen pocos gestos romántico. Demuestran su amor a lo bruto. Si no les gusta este tipo de historia por favor no sigan leyendo. Capítulo 1. Dominic King. El aire en la habitación estaba cargado, impregnado con el aroma metálico del cuchillo que recién había afilado y que ahora descansaba sobre la mesa. La luz de la vieja lámpara parecía temblar, proyectando sombras que parecían bailar al compás del sonido repetitivo de mi yesquero, que encendía y apagaba, producto de mi inquietud. Sentado frente a mí, mi tío Salvatore me observaba con esa mirada de acero que había aprendido a odiar y temer desde que era un niño. Siento la tensión como una bestia viva entre nosotros. Mi mano juega con el encendedor, la llama efímera arroja sombras danzantes sobre las paredes de la mansión que parecen cerrarse
Dominic Luego de aterrizar ese mismo día en la ciudad de Nueva York, el cambio para mi es radical, de la tranquilidad de mi mansión en Rusia, a la vibrante marea de luz y color de un desfile de moda en Nueva York.La primera fila es un escenario propio, donde cada gesto es observado, cada expresión analizada. Pero nadie puede leerme. Mi rostro es una máscara de serenidad inescrutable, un contraste gritante a la oscuridad que dejé tras las puertas de mi fortaleza ancestral.Sentado allí, rodeado de la elite, las cámaras y las sonrisas fabricadas, puedo sentir cómo se diluye cualquier vestigio de duda. El ruido, el bullicio, la superficialidad del glamour... Nada toca la esencia de lo que soy. Soy un depredador vestido de etiqueta, un lobo entre ovejas, y sin importar cuánto brille el mundo a mi alrededor, mi naturaleza oscura no se ve afectada."Adaptabilidad," pienso, mientras mis ojos recorren la pasarela. Esta habilidad para camuflarme entre las facetas de la sociedad es tanto mi a
Trina QuinteroEl último paso resonó como un eco en la pasarela, y con él, el tumulto de aplausos que marcaba el final de mi desempeño. La adrenalina aún latía por mis venas como una melodía frenética, mientras las luces me cegaban y los flashes capturaban cada instante fugaz de gloria. De pronto, alguien se acercó y me entregó un ramo de rosas; lo sujeté con fuerza. Las flores eran hermosas, de un rojo tan profundo que parecía beber la luz a su alrededor.Al leer la tarjeta, sentí cómo una leve corriente eléctrica recorrió mi piel."Me recordaste lo que es la belleza en un mundo oscuro. Dominic Ivankov."—Dominic Ivankov, —murmuré para mí, dejando que el nombre se repitiera en mi mente. Mi corazón, ya acelerado, saltó un compás.Nerviosa, dejé atrás el fulgor y comencé a caminar hacia el caos de bastidores, donde cada sombra parecía susurrar su nombre.Había algo en ese nombre que se sentía vagamente familiar, como si lo hubiese escuchado antes en un contexto que no lograba recordar.
Al escuchar sus palabras, sentí como si el aire se hubiera escapado de mis pulmones. Las palabras de Dante resonaban en mi cabeza, mezclándose con recuerdos borrosos de un niño de ojos amables y sonrisa reconfortante.Me dejé caer en la silla, sintiendo que el mundo giraba a mi alrededor. Las imágenes de aquel día, enterradas en lo más profundo de mi memoria, comenzaron a surgir como fantasmas del pasado.—No puede ser —murmuré, cerrando los ojos con fuerza—. Él me salvó... y yo... yo ni siquiera...—No es tu culpa, Trina —dijo Izan, su voz suave pero firme—. Eras solo una niña.Izan se acercó, arrodillándose frente a mí. Sus ojos verdes, tan parecidos a los míos, estaban llenos de preocupación.—Lo siento, hermanita. No queríamos que cargaras con ese peso.Asentí mecánicamente, incapaz de procesar completamente la información. Mi mente vagaba entre el shock de la noticia, sentía mi corazón adolorido, como si alguien le hubiese asestado una gran herida. Pese a ello, me armé de valor,
Dominic King.La gala benéfica era todo lo que había esperado: lujo excesivo, conversaciones triviales y la fachada cuidadosamente construida de personas que jugaban a ser altruistas mientras escondían sus verdaderos intereses. Me ajusté el moño del smoking, sintiendo el peso del Rolex en mi muñeca. Cada detalle de mi apariencia había sido cuidadosamente calculado para proyectar poder y sofisticación. Era una máscara perfecta para ocultar al depredador que acechaba debajo.Mis ojos recorrieron la sala, evaluando a cada persona presente. Políticos, celebridades, magnates... todos ellos peones en un tablero mucho más grande. Pero solo había una pieza que realmente me interesaba esta noche.Caminé entre la multitud, mi mirada evaluando cada movimiento, cada sonrisa, aunque solo la buscaba a ella.Trina Quintero Armone. Su nombre era un eco constante en mi mente, una melodía que oscilaba entre la obsesión y el desprecio. Me aseguré de que estuviera invitada, es que me encargué de que le