Cap. 87. Todo era mentira.
Narrador omnisciente:
Gianna y Gael habían sido ingresados en una misma habitación del hospital. El pediatra, conmovido por la conexión casi mágica entre ellos, tomó una decisión poco convencional y los dejó compartir la misma cama.
Argumentando que su vínculo tan profundo no solo era emocional, sino también terapéutico.
Ambos dormían ahora, sedados suavemente, con pequeñas vías intravenosas en sus bracitos, aferrados el uno al otro por sus manitas, como si hasta dormidos se prometieran protección.
Maite no se movía, mantenía los ojos fijos en sus hijos, el corazón hecho trizas.
Sus lágrimas caían en silencio, una tras otra, manchándole el rostro, como si por fin su alma hubiese encontrado la grieta para desbordarse.
No había llorado antes. No cuando le administraron suero. No cuando los médicos entraban y salían. Se había mantenido firme… por ellos. Pero ahora, en la quietud de la habitación, con la certeza de que otra vez se había dejado lastimar. No reprimía su tristeza.
Otra