Atina
—Has llevado esto de la bestia al extremo —dije, aferrándome al pelaje de los enormes brazos de Romeo.
Nunca pensé que un hombre lobo pudiera crecer tanto. Debía de medir cerca de tres metros y medio. Sus largas piernas nos llevaron lejos y rápido por los terrenos del castillo. Corrió pasando el estanque hacia el bosque donde le había enseñado a adoptar su forma de lobo. Una vez dentro de los árboles, que le costó abrirse paso y rompió muchas ramas en el camino, encontró un sitio y se sentó en el suelo abrazándonos a Asher y a mí contra su pecho.
Ya no me preocupaba caerme desde una gran altura y le di unas palmaditas tranquilizadoras en el brazo.
Romeo, tienes que volver. Quizás podamos salvar a Asher.
Su cuerpo se estremeció como si estuviera conteniendo las lágrimas. Comprendí que amaba a su hermano. Hab