LUCAS
Soy un monstruo.
La voz en el fondo de mi mente lo grita, pero no me importa.
Cada brizna de hierba está fría y crujiente entre las almohadillas de mis patas y el suelo parece saltar para recibir mi enorme cuerpo con cada salto.
Capto el olor de mi presa.
El latido de su corazón late como si corriera por su vida.
Ese corazón palpitante está en su punto justo. Voy a por él, y no hay escapatoria. Ya puedo saborear el intenso sabor de la sangre, bombeando por mi garganta, sentir el exquisito tirón de sus extremidades bajo mí mientras bebo su fuerza vital para alimentar la mía, sus jugos resbalando por mi barbilla.
El bosque se revela con el silencio de cada hoja en el viento y el aroma liberado por cada pequeña patita que toca la tierra empapada.
Mi vista es más débil en esta forma.
O quizás no. Quizás es que mis otros sentidos están tan agudizados que ya no me importa la visión.
Quiero tocar, saborear. Quiero escuchar la música del bosque y absorber la embriagadora fragancia del m