Le pellizcó los pezones con fuerza, y ella soltó un pequeño jadeo. —¿Por favor, qué, lobita? ¿Por favor, lameme los pezones? ¿Por favor, chupalos? ¿Quieres que te los folle? ¿Meter mi polla entre los dos y deslizarme entre ellos? O quizás lo haga y que me la chupes al mismo tiempo. ¿Qué te parece?—
Ella se retorció y él sonrió. No sabía que estaría así, tan abierta, tan dispuesta. Había temido que se asustara de lo que él deseaba, pero por cómo se movía, se equivocaba. No lo haría todo esta noche, no serviría de nada asustarla, pero tal vez podrían lograr que este apareamiento funcionara, al menos en la cama.
—Hay…hay algo que deberías saber.—
Su mano estaba más abajo, sobre su vientre, jugando con el borde del retal de encaje entre sus muslos, y se quedó paralizado. —De acuerdo.—
—Nunca he hecho esto antes.—
Parpadeó. —¿Quieres decir que nunca te has apareado?—
Ella negó con la cabeza, con la mirada baja. —Nunca he hecho el amor—.
Se apartó, sorprendido, pero, sinceramente, no tanto.