Más mandón.
Realmente no hablaron mucho de camino a la empresa. Cruzaron algunos comentarios insustanciales y, gracias al cielo, a su hermano pareció no haberle importado. Todo estaba como siempre en la empresa. Las personas eran ajenas a todo lo que había estado sucediendo en los últimos días y si fuera por él, habría querido que continuara de esa manera. Sin embargo, era inevitable que las cosas no cambiaran. Pronto llegaría a oídos de los trabajadores sobre la “jubilación” del vicepresidente, Delclaux Luciano, y eso lo tenía de los nervios. Al menos contaba con Lorenzo Miller. El hombre hacía magia con las relaciones públicas y esperaba que toda esta situación desencadenara positivamente de cara a la empresa.
—¿Crees que podríamos continuar con nuestra conversación antes de la junta? —preguntó su hermano.
—Son las doce y media —replicó, mirando su caro reloj de pulsera—. Sí, tenemos tiempo suficiente. Además, aún tienes que responder varias preguntas.
Las puertas del ascensor se abrieron y