BASTIÁN
—Agradece, que te estamos trayendo nosotros y no la profe.
—¿Por qué? —respondo, tratando de no quedarme dormido en el auto; estoy cansado y algo ebrio.
—Eres lo que le sigue a pendejo.
—Hazle entender, si puedes, porque está como en las nubes.
—Dejen de joderme, solo quiero llegar a casa y ver a mi mujer, la extraño. —Era cierto, desde que regresé de mi viaje, no sé, algo cambió en ella, pero deben ser ideas mías.
—Cuando estés bueno y sano, te contaremos; nos debes la vida, hombre. Bueno, Ceniciento llegó a su humilde morada. Agradece que vivimos cerca, porque de lo contrario te dejaba con la bruja.
No sé ni qué dijeron; escucho el ladrido de un cachorro y sonrío, porque recuerdo cuando renegué hoy, porque casi me orino encima, tonterías que ahora no importan.
—¡Niño Bastián !
Casi me da un infarto, modo dramático yo, me llevo una mano al pecho y se me fue la borrachera, ¿me parece?
—Me asustaste, nana hermosa —doy un casto beso sobre su mejilla y ella me jala las orejas.