61. NO DUDO QUE PUEDAS. DUDO QUE DEBAS
MARGARETH
Disfruta de mi incomodidad.
Y lo peor (o lo mejor, depende de cómo se mire) es que no me molesta.
Es verdad que ya no estoy acostumbrada al coqueteo, ni a los besos, ni a las caricias que vienen con intenciones claras... pero tampoco fui precisamente una santa en mi vida anterior. Algo de experiencia queda.
Y lo sé: verme así, nerviosa, torpe, casi como una novata, le da a Riven esa absurda sensación de superioridad en este juego.
Pero lo que él no ha terminado de entender es que yo también estoy disfrutando de esto.
De él.
De la tensión.
Del reto.
Y pienso disfrutarlo mucho más a futuro.
Estoy nerviosa, sí.
Pero también es... excitante.
Esta sensación punzante en el estómago, este calor en el pecho, este temblor leve que no sé si es miedo, deseo o las dos cosas mezcladas.
Pronto seré la mujer de un hombre muy sexy.
Pero no solo eso:
la mujer de un demonio, el más fuerte.
Uno, cuyo poder no descifro del todo. Cambió mi ropa con solo un chasquido, ¿pudo haberme dejado desnud