53. LA CULPA, LA MADUREZ, LA RESPONSABILIDAD
LUIS
A mi lado está, sin duda, la mujer que eligió mi corazón.
La humedad del césped, la penumbra del jardín y su respiración agitada... todo parecía un sueño al inicio.
Un sueño hermoso.
Uno que habría deseado prolongar eternamente.
Pero sus palabras...
sus confesiones...
me trajeron de golpe a la realidad.
Una realidad más cruda de lo que jamás imaginé.
La única luz en medio de este desastre es que su compromiso no es fruto de un príncipe caprichoso con intenciones turbias hacia ella.
No.
Es una broma amarga del destino.
Una retorcida coincidencia que ha puesto su libertad —la nuestra— en peligro.
—Es mi culpa... nos condené a todos —dijo ella, su voz cargada de una culpa tan densa que casi podía tocarse—. Seguramente ahora me debes odiar...
Y su mirada se escapó, temblorosa, como un animal herido.
Su desesperación era tan palpable que sentí que si no hablaba, su propio remordimiento la apagaría.
No puedo eximirla completamente.
Pero tampoco voy a dejar que cargue con todo.
Nunca.
—