Cuando el calor finalmente terminó unas horas después, estábamos tumbados en la cama de Clay, recuperando el aliento.
—¿Hablamos de esto?—, preguntó Clay. Tenía la mano en mi espalda y mi cuerpo estaba tendido sobre el suyo.
—¿De qué hablar? Nos hemos metido en problemas. Hunter probablemente me mate. No podemos hacer nada para cambiarlo—, murmuré.
—Él no te va a matar.—
Hice un ruido de desacuerdo.
—No lo es —dijo Clay con firmeza. Seguía recorriendo mi columna. Sabía que debía decirle que parara, pero se sentía demasiado bien—. Gracias por no pedirme que se lo ocultara.
Son demasiado leales el uno al otro. Jamás le mentirías sobre esto. Aunque lo intentaras, te conoce lo suficiente como para que probablemente lo descubra. Podría golpearte o algo así, pero me culpará a mí. Ya me odia, y soy yo quien debería haber sabido que se avecinaba una pelea. Soy yo con quien se va a enojar.
—No conoces muy bien a Hunter.—
—Es difícil conocer a alguien que no quiere hablar contigo—.
—Lo sé. En s